miércoles, 19 de septiembre de 2007

Palabras

La Presidenta, engañosa entelequia

Por
Sergio Esteban Vélez


El día anterior a la inauguración del Parque Lineal La Presidenta, escuché al Alcalde de Medellín, por “Telefajardo”, afirmar que, después de su apertura, nadie podrá volver a decir que la suya es una administración arboricida.
Una semana antes (20 de agosto), la revista “Semana” afirmaba que “La tala de 4.700 árboles deja mal parada a la administración Fajardo, en el tema ambiental”.

Y resulta que el remedio que encontró el Alcalde para demostrar que sí quería al medio ambiente fue planear la tala de 70 árboles patrimoniales, para dar paso a los decks y a las eras de piedritas de La Presidenta, que costó más de 11.000 millones.

Bastante atribulados estaban ya los habitantes de ese contaminadísimo sector, pues el señor Fajardo les había suprimido el beneficio oxigenador de una gran cantidad de árboles centenarios adyacentes al parque de El Poblado, que hizo talar, para llevar a cabo un cuello de botella más para la ciudad. Entre los pocos árboles que quedaban, estaban los 70 que ordenó retirar, para la obra del Parque Lineal, algunos de los cuales eran verdaderos tesoros estéticos e históricos y estaban allí, desde la época en que llegaron los españoles (en el Parque de El Poblado, se fundó Medellín). En la vecina cancha de la Divina Eucaristía, la administración municipal taló también, recientemente, varios árboles desarrollados, sin ninguna justificación (La Gente, 8 de sept.).

Dan tristeza los famélicos chamizos sembrados, tanto en la avenida El Poblado como en La Presidenta, en reemplazo de los magnánimos árboles patrimoniales que descontaminaban el ambiente y eran cedazo de la polución producida por los miles de vehículos que transitan diariamente por allí. Estos chamizos tardarán 20 años en alcanzar una adecuada capacidad de purificación del aire, si es que crecen, lo cual algunos dudan, debido al ominoso poder de los exhostos.

Aparte de la formidable red de ecosistemas devastada por estas talas, cualquier conocedor de Biología sabe que el hecho de secar un humedal es considerado, hoy en día, crimen ecológico, pues éste es fuente de vida y de equilibrio ambiental.

Lo primero que uno piensa, al divisar este parque, es que las directivas del Dann Carlton deben estar felices con este inmejorable nuevo lobby que les ha proporcionado la Alcaldía, casi exclusivamente para deleite paisajístico de sus huéspedes. Y digo esto, pues he comprobado que, en el día, la concurrencia es muy escasa. Al respecto, el semanario “El Observador” (13 de sept.) dice que en La Presidenta “durante estos días de inauguración, la panorámica ha sido desoladora (...) Hemos visto que la asistencia no ha sido la mejor. ¿Qué pasará en el nuevo parque?”. Pues pasa que este es un parque poco atractivo para pasear, porque en él la sombra no existe, ya que sus nacientes árboles enanos tardarán muchos años en poder proporcionarla. Además, casi no hay bancas donde sentarse.

Sabemos que la mugre y la contaminación ponen potencialmente en peligro la sanidad del hombre y, al caminar por La Presidenta, nos damos cuenta de que su finalidad primordial es la de pasear al lado de una quebrada de caudal infecto, de aguas fétidas de color café, cargadas de basuras (muy distintas de las aguas cristalinas de un jardín japonés), en cuyas riveras se pretende que jueguen nuestros niños. Y eso que no hemos hablado de que la administración no respetó la sagrada norma de guardar los retiros de las quebradas...

Además, nos ponemos a pensar en los jardines del parque, llenos de flores efímeras, como “besitos” y otras plantas de gran fragilidad, de las cuales puede preverse que durarán no mucho (sobre todo, teniendo en cuenta que este parque se está convirtiendo en un lugar de tránsito de los borrachos que bajan del Lleras, aplastando todo lo que está en su camino). ¿Quién velará por el mantenimiento de estos jardincitos? En Medellín, no contamos con jardineros preciosistas debidamente preparados, que garanticen la supervivencia de estas matas y no tenemos tampoco una Sociedad de Ornato, como en Bogotá. Lo lógico habría sido sembrar plantas que, además de bellas, fuesen también resistentes.

Y lo peor de todo es que, mientras el Alcalde alaba las virtudes ambientales de los parques lineales, acaba de arrasar el más grande de la ciudad, el de la Regional (1.600 árboles), el que fuera establecido como parque y gran pulmón urbano, según decreto firmado por el presidente liberal Alfonso López P.; ese “Parque de los Libertadores”, indispensable para decenas de miles de trabajadores, estudiantes y residentes vecinos, que están lamentando que, ya sin los árboles, el smog producido por el inmenso tráfico de la Regional terminará en sus pulmones, causándoles innumerables enfermedades.

Tomado de El Mundo

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